Con motivo del día de San Valentín, me gustaría proponer otro de los temas que últimamente es más frecuente en consulta.
Cuando comenzamos una relación de pareja, estamos muy motivados por pasarlo bien, proponer nuevos planes, mostrar a nuestra pareja nuestra vena aventurera, pasional, alocada, etc.
Con el tiempo, pequeñas cosas van haciendo mella. El trabajo de cada uno, estudios, convivencia, posibles hijos, familias políticas… nos hacemos más a la comodidad y la rutina.
Una de los principales objetivos que proponemos en terapia es pasar tiempo juntos en pareja. Y la realidad que encontramos es que no queremos porque… ¡nos aburre!
Claro que estamos aburridos. Siempre hacemos lo mismo. La rutina ha tomado el control de nuestras vidas y no nos deja tiempo para nada más. Además, ¿qué podemos hacer juntos? ¡Si no tenemos tiempo!
Cada día vamos compartiendo menos, teniendo menos intimidad y llegamos a la indiferencia. Nos vamos a dormir totalmente agotados por el estrés del día a día, sin tener un minuto para hablar o compartir las pequeñas cosas. Nuestros encuentros juntos se limitan a ver la televisión mientras comemos o estar con el ordenador/móvil.
Necesitamos volver a conectar con nuestro pasado, con esos primeros encuentros en los que planificamos y nos esforzamos tanto por gustar y que nos gusten.
Podría proponer un viaje o una escapada de fin de semana para recuperar la intimidad, pero no nos hace falta empezar por ahí.
Pequeños momentos juntos también nos marcan una diferencia en nuestro día. Podemos apuntarnos a alguna actividad o deporte juntos. Preparar una cena. Sorprender con algo a nuestra pareja. Lo importante es volver a conectar.
Un día de campo o un paseo por la playa. Un maratón de películas/series con nuestra comida favorita. Algo que rompa con lo que hacemos normalmente.
Entre las respuestas más frecuentes que me dan en consulta voy a destacar:
- Yo lo haría pero el domingo es el día que vamos a casa de mis suegros a comer y, claro, no podemos: Por favor, mantener una buena relación con la familia es importante, pero no olvidemos que vivimos y compartimos con nuestra pareja. Los padres están ahí siempre. Y claro que podemos comer con ellos. No obstante, no podemos aparcar nuestras vidas para comer con ellos todas las semanas.
- Es que están los niños y me niego a ser una de esas personas que los dejan siempre con los abuelos para que los críen: Yo también estoy a favor de que cada uno tiene que hacerse cargo de sus propios hijos, pero no olvidemos que podemos pedir ayuda. Los abuelos a veces están encantados de quedarse con los niños, pero no son los únicos. Muchas parejas de nuestro entorno llegan a tener el problema de los niños y podemos formar alianzas. Este sábado le puedo dejar los niños una tarde a mi amiga y el próximo me quedo a los suyos para que ellos también puedan salir.
- Me parece muy artificial tener que hacer esto: Claro que es artificial. Durante mucho tiempo hemos dejado la decisión de pasar tiempo juntos al destino y ahora se pide que hagáis un esfuerzo para planificar una cita. Las primeras veces pueden ser hasta incómodas. Pero sólo volviendo a conectar con nuestra pareja tendremos ganas para seguir quedando.
Por último, me gustaría dejar claro una cosa. Si bien entrar en una rutina es un gran aliado para nuestras vidas tan ajetreadas, es muy importante que nuestra pareja no pase a un segundo plano. Recordemos que, a veces, nos tomamos más obligaciones de las necesarias en el trabajo y podemos delegarlas. Y de hecho, lo hacemos. Pero no por nuestra pareja. Recordemos también que no pasa nada si un día faltamos al gimnasio, inglés o cualquier otra actividad. Que si hoy no hacemos el curso que teníamos previsto, se puede recuperar otro día. Que si no llevo yo a los niños a música, los puede llevar otra persona. Y no va a pasar nada.
Si vemos que se nos dificulta encontrar un hueco, que la monotonía es demasiado pesada o no se nos ocurre qué hacer, sería bueno consultar con un especialista. Un psicólogo o terapeuta de pareja puede darnos pautas para romper con la rutina.